EL OBEDIENTE QUE MUERE
Pedro era un chico muy educado, obediente en todo lo que se le ordenaba, nadie podía reprocharle ninguna mala conducta.
Una mañana su padre le dijo que por favor fuera a la casa de un familiar para que le dejara una carta, pero que por nada del mundo comiera nada de lo que le ofreciera porque estaría en grave peligro, además que en el camino tampoco coma nada hasta llegar a casa, porque no iba a demorarse mucho.
Su hijo fue y obedeció muy bien todo lo que su papá le dijo, su tío le invitó a almorzar, pero Pedro no aceptó cordialmente, entonces en el camino un conocido de su padre lo alcanzó y le dijo que comiera algo antes de salir de la ciudad, aunque Pedro en un principio rechazó la oferta, el conocido de su padre le dijo "yo conozco a tu padre y a tus hermanos es más uno de los criados de tu casa vino a decirme de parte de tu padre que puedes comer conmigo", Pedro no dudó y fue con aquel personaje y comió todo lo que se le ofreció.
Horas más tarde en el camino a casa Pedro comenzó a sentirse mal y al llegar a casa se desmayó, su padre llamó a los médicos de cabecera y pudieron salvarle la vida a Pedro.
Su padre que le preguntó:
- ¿hijo comiste algo en la ciudad donde vive tu tío?
- No papá solo comí lo que tu amigo me dio.
- ¿Cuál amigo?
- El que habló con la criada que tu mandaste papá.
- Hijo yo no he mandado a nadie, ¿por qué no me obedeciste?
- Papá pero yo no sabía nada
- Hijo tú me conoces y sabes muy bien que lo que yo te tengo que decir siempre te lo he dicho directamente y cuando te digo que hagas algo muy importante no cambio de parecer fácilmente, ahora estas contaminado, en esa ciudad todo aquel que come algo de ahí, muere a los 3 meses, hijo jamás mandé a nadie, y siempre he confiado en ti porque siempre me has obedecido, ahora no podrás vivir más tiempo y debo echarte fuera de esta ciudad porque muy pronto tendrás erupciones y nos contagiarás a todos.
- Pero papá tú tienes la culpa, porque tú no me dijiste... (Llorando)
Su padre no tuvo más opción que despedirse de su hijo.
A veces un pequeño desliz nos puede costar muy caro, a Pedro le costó la vida, muchas veces cuando alguien confía mucho en nosotros por nuestra impecable trayectoria, nos suele dar responsabilidades muy delicadas y cuando nos descuidamos en lo más mínimo lo pagamos muy caro.
Una gran trayectoria inspira confianza.
La confianza demanda responsabilidad.
La responsabilidad demanda inteligencia.
La inteligencia demanda humildad.
La confianza vale mucho, pero la responsabilidad e inteligencia la sostienen, aunque la humildad la permite permanecer.
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